Frustrado de no poder contar historias inventadas donó
computadora, libros, hojas en blanco y lapiceras. Cuando le preguntaron a qué se
dedicaría ahora, encogiendo los hombros dijo que se iría a caminar sin destino
para olvidar su angustia. No llevó dinero, sólo una muda de ropa. Paró en lo de
un amigo, en lo de un amigo de un amigo, sin evaluar distancias.
Pasaron los años. Nunca le hizo falta volver para vivir de
historias inventadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario