El bastón

Víctor la escuchará mientras camine apoyado en su bastón. La escuchará, como todos los días cuando salen a dar dos vueltas a la manzana, sin interrumpir, apretando fuerte el puño del palo que lo sostiene. 
Hoy quizás ella llore, se queje y grite un poco por estar de mal humor, o también puede ser que ría y se ponga cariñosa, por eso Víctor caminará despacio, apoyado en su bastón, porque vale la pena esperar.
Pero llega el día en que Víctor no está más y ella no habla, no ríe, ni llora. Exhala y recuerda a su marido que tan bien la entendía. 
Una mañana cree que es una buena idea volver a salir. Sin embargo no tiene valor de hacerlo sola. Entonces pasea la mirada. A un costado, entre los paraguas, se asoma el bastón de su marido. La emoción la impulsa a levantarse del pequeño sillón arratonado. 
Mientras da la primera vuelta, descansa su cuerpo pesado de años.
Hoy se alegra y acaricia el puño del bastón. Sabe que de alguna manera Víctor aún la sostiene.

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