Tenía en su casa un montón de espejos, tantos que ya no se veía el empapelado de la pared. Quitando los cuadros para reemplazarlos por ellos, no se dio cuenta y cubrió las ventanas también. Hasta las puertas las transformó en grandes espejos. Pero no fue hasta que lo conoció, cuando se dio cuenta de quién realmente era.
Con un espejo se tiene la posibilidad de verse uno mismo... el propio ombligo. Nos queremos tanto que el hastío nos termina enfermando concluyendo que la vida no tiene ningún sentido. Pero en la mirada del otro se refleja la revelación casi inimaginada y allí vemos lo valioso que es nuestra vida, cuando nos ponemos al servicio de otro que como nosotros busca descubrirse.
Cuando sea mayor
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De chica, estar al aire libre no era una sofisticación o una imprudencia:
la hora de ir a la puerta no se hacía esperar nunca y los chicos del barrio
plag...
A veces miramos mucho y no vemos nada.
ResponderEliminarBesos.
qué bueno, svor
ResponderEliminarA mí me pasó lo mismo. Pero no tenía espejos en la casa. La conocí y descubrí. Lo que tenía, eso sí lo recuerdo, eran fotos de cuando era niño.
ResponderEliminarG.
Con un espejo se tiene la posibilidad de verse uno mismo... el propio ombligo. Nos queremos tanto que el hastío nos termina enfermando concluyendo que la vida no tiene ningún sentido. Pero en la mirada del otro se refleja la revelación casi inimaginada y allí vemos lo valioso que es nuestra vida, cuando nos ponemos al servicio de otro que como nosotros busca descubrirse.
ResponderEliminarrealmente claro, mas que con los espejos nos reconocemos frente al otro.
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