Cada vez que decía en la casa que estaba aburrido, la abuela, el padre, la madre o quien estuviera dispuesto, le daba una tunda o un castañazo acompañado de “no se te ocurra volver a decir eso”. Se las tenía que ingeniar para disimularlo, eliminar cualquier cara larga sospechosa e inventar de la nada la diversión para no ligarse así el coscorrón de turno.
Sin darse cuenta, en esas vueltas y vueltas para prevenir la sensación de tedio, por miedo a la reprimenda, se encontró un buen día sin recordar lo que era estar aburrido.Microrrelato, microficcion, minicuento, relato bonsai, texticulo, hiperbrevedad, relato hiperbreve, microcuento, ficcion subita
Cuando sea mayor
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De chica, estar al aire libre no era una sofisticación o una imprudencia:
la hora de ir a la puerta no se hacía esperar nunca y los chicos del barrio
plag...
Hace 9 años
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