¿A qué jugás?

Buenos Aires, centro, calle Florida, 13:45. Un payaso se pone en mi camino. Del susto casi regurgito la ensalada del almuerzo.
¿A qué jugás?
A nada, vuelvo al trabajo.
Me sigue con la escalofriante sonrisa pintada.
¿A qué jugás?
Por favor, que estoy apurado y no llevo cambio.
Acelero el paso innecesariamente.
Yo juego a ser payaso.
Trota torpemente con su zapatones al lado mío.
¡Qué bien! ¿Tenés tiempo para jugar?
Claro, ¿cómo se supone que voy a pagar el alquiler, darle de comer a mis hijos, vestirlos y educarlos? El tiempo te lo hacés. Ah, pero eso sí, siempre con una sonrisa.

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