Buenos Aires, centro, calle Florida, 13:45. Un payaso se pone en mi camino. Del susto casi regurgito la ensalada del almuerzo.
¿A qué jugás?
A nada, vuelvo al trabajo.
Me sigue con la escalofriante sonrisa pintada.
¿A qué jugás?
Por favor, que estoy apurado y no llevo cambio.
Acelero el paso innecesariamente.
Yo juego a ser payaso.
Trota torpemente con su zapatones al lado mío.
¡Qué bien! ¿Tenés tiempo para jugar?
Claro, ¿cómo se supone que voy a pagar el alquiler, darle de comer a mis hijos, vestirlos y educarlos? El tiempo te lo hacés. Ah, pero eso sí, siempre con una sonrisa.
Cuando sea mayor
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De chica, estar al aire libre no era una sofisticación o una imprudencia:
la hora de ir a la puerta no se hacía esperar nunca y los chicos del barrio
plag...
Hace 9 años
Una vez ví a un payaso decile a otro payaso : "No sea payaso".
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