La niña tenía un frasco lleno de galletitas de amor. Todos los días tomaba la leche y comía una. No se dio cuenta hasta que tuvo el frasco por la mitad. Se estaba vaciando. Fue a preguntarle a su mejor amiga si el suyo también se vaciaba. Le respondió que no, que todas las mañanas lo tenía tan lleno que no podía, ni siquiera, cerrarlo. La niña pensó que pronto le pasaría lo mismo y dejó el frasco abierto.
Comenzó a partirlas por la mitad para tomarlas con la leche mientras esperaba, pero cuando cogió la última se sentó en el suelo de la cocina a llorar con la galletita en la mano. No pudo comerla. Dijo que le dolía mucho, pero nunca supo explicarnos qué.
Cuando sea mayor
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De chica, estar al aire libre no era una sofisticación o una imprudencia:
la hora de ir a la puerta no se hacía esperar nunca y los chicos del barrio
plag...
Hace 9 años
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