La consigna era disparar sin ser vista. En cuanto el adonis se echó a dormir, la bruja, llena de verrugas y con aliento pútrido, guardó un beso en su puño y sopló con fuerza por el huequecito apuntando al corazón del joven. ¡Bingo!
Cupido desde un árbol movió la cabeza de lado a lado; si bien tenía otros planes para el muchacho, estaba contento: era la primera vez que le ganaba en cien años.
Maravilloso,¡Sorpresivo final!
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