Se lo merecía

Esta vez no erraré el tiro. Eso dices siempre y, sin embargo, sigues sola, le retrucó la hermana mientras acariciaba a un gato destartalado. Cada día que yerras te vuelves más fea.
La consigna era disparar sin ser vista. En cuanto el adonis se echó a dormir, la bruja, llena de verrugas y con aliento pútrido, guardó un beso en su puño y sopló con fuerza por el huequecito apuntando al corazón del joven. ¡Bingo!
Cupido desde un árbol movió la cabeza de lado a lado; si bien tenía otros planes para el muchacho, estaba contento: era la primera vez que le ganaba en cien años.

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