Hace unos días preguntas y te respondo que soy un violín. No es la primera vez. Te desilusiono al instante porque no deseo ser gramófono a pesar de tu insistencia diplomática. Todo se aprende es tu frase, y es cierto, pero no me interesa en lo más mínimo. Sólo entonces comprendes, después de tres años, que no estuve enferma. Tu quieres oír música, no tocarla, y me dejas en un rincón dentro de una caja que se va llenando de polvo. Al costado hay una papelera vacía y una pila de libros con las páginas en blanco. Si no me has engañado, te he comprendido mal, me dices cada vez que puedes, mirando a través de la ventana o hacia la pared, y las cuerdas sin tensión se van floreciendo.
Pero se que no faltará oportunidad aunque me escondas. Las manos que aun no comulgan con mi cuerpo sabrán donde encontrarme.
Cuando uno quier encontrar algo de verdad no hay escondite que valga
ResponderEliminarsaludos
Para saber escuchar música se debe haber intentado su escritura. De otro modo no se fusiona instrumento y sonido. Ni intérprete.
ResponderEliminarHay quien se asusta de todo aquello que no conoce por su repetición, por su control.
ResponderEliminarUn violín no, el concertino
ResponderEliminarNo te quites ni tanto así.
Besos
Sembrás música con tus palabras.
ResponderEliminarUn beso
Por cierto, un descubrimiento de lo más agradable:
ResponderEliminarwww.eroticorum.blogspot.com
Se trata de un matrimonio que han montado este blog y que da gusto leerlo.
Pues sí, uno es lo que es, siempre encontraremos a alguien que lo entienda...
ResponderEliminarUn beso, Svor