Joseba y Rosa

se aproximan a la casa. Con un poco de distancia no hay duda de que son hermanos, pero la verdad es que no se parecen en nada.
Joseba busca en sus bolsillos.
No las tengo. Voy a romper la puerta.
No puedes. Te dije que no vas a lograr nada.
¿Justo ahora se fueron al campo?
¿Y qué pretendías? Yo los quiero ver bien. ¿Vos no?
Quiero entrar.
Entrá.
Y quedarme.
No. Eso no.
Tenemos que buscar a Pablito. ¿Dónde mierda está metido?
Probablemente, se largó sin esperarnos. Hizo bien. Bastante tuvo que aguantar tus órdenes de subir al auto. Lo forzaste y el tenía otros planes.
Pablito tal vez tenga ganas de quedarse conmigo.
Me niego a pensar que tu egoísmo sea maldad.
No soporto tu pesimismo.
Y yo, que ni el accidente te haya quitado esa maldita obsesión de no aceptar los cambios.
Rosa se aleja. No sabe que la estoy esperando en la esquina. Se alegra de verme. Sin decir nada seguimos el camino juntos, ese del que tanto nos han hablado al mirar al cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario