El virus llegó al pueblo aislado. El doctor, convertido en muñeco de cera, dejó una nota explicando que en cuestión de horas todo el pueblo sufriría de lo mismo hasta morir. Carlos fue el último en padecer los síntomas. Primero la piel se le puso aceitosa, después se encontró que no podía moverse, ni hablar, aunque aún oyera bien. También sintió correr la sangre caliente hasta que, poco a poco, se endureciera. A partir de ese instante el tiempo se detuvo casi por completo.
Pero antes de que la mente se le quedara en blanco del todo, creyó escuchar el ruido de un camión y unas voces que gritaban “Llévenlos al depósito del Corte Ingles que, hace más de un mes, los están esperando”.
Genial! Este microrrelato es de nota...
ResponderEliminarUn saludo indio
Creo igual, quedaría muy bien en un recuadro de una revista acompañando temáticamente
ResponderEliminarSiempre me pregunto sobre la vida que tienen los maniquíes (o los muñecos de cera de los museos) backstage, cuando las luces se apagan. Lo mismo me pasaba, cuando era chica, con los juguetes, especialmente con la Babie. :)
ResponderEliminarEn el principio cometes el error de mostrar que el conejo se encontraba dentro del sombrero.
ResponderEliminarPero el cuento es bueno.