La vidriera del restaurante

La mesa junto a la vidriera está ocupada. Me siento al lado, pegada a la barra. Dejo la libretita roja a la vista. Bolígrafo en mano.
Espero y doy golpecitos con el boli en la tapa, como el mago a la galera para que salga un conejo.
A la mesa que no ocupo, una señora de más de sesenta. Ya terminó de comer.
Lee y corrige tinta negra en A4. Un subidón de curiosidad me hace entrar en calor.
Miro la libreta y me pregunto si algún día me voy a tomar en serio esto de escribir y pienso que un curso de magia o ilusionismo no me vendría mal.
Tiene el aspecto justo para su edad. Aunque podría quitarse unos años si quisiera; (seguro que ese tipo de compensaciones son para otros). Entonces fantaseará al ponerse su crema anti-age todas las mañanas después del baño.
Corrige manuscritos. Corrige el suyo. O es una profesora que se quedó con ganas de publicar algo y corrige obligada lo mismo de siempre; pero entonces esa mirada que transporta la sonrisa no viene al caso.
Como no me atienden y no me convence la mesa, guardo la libreta (en su estado puro) y el boli que se van al fondo del bolso, su lugar habitual. Y pienso que para hacer magia o bien hay que ser Dios o, como H. Potter, ir a la escuela a estudiar.
Vuelvo a mirar a la señora que no se da cuenta de nada y suspiro porque falta mucho para usar esas pieles. Y sin embargo se me anuda el estómago.
Abro la puerta de vidrio y lo primero que siento es el olor del verano. Hoy es uno de esos días lleno de matices. Miro la hora. Una vez más, el tiempo vuela.
Cuando paso por la vidriera, busco a la mujer que había captado mi atención.
La mesa está vacía. Al fondo, junto a la barra, espera impaciente que la atiendan mientras da golpecitos con el boli en su libreta roja.

2 comentarios:

  1. Y eso que le ocurre a su mujer, debe ser como algo generalizado. Un virus tal vez. Me gusta.

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  2. Más tarde o más temprano acabaremos marchitos... Pero sería bueno saber que siempre habrá alguién dispuesto a coger de nuevo un boligrafo. Recoger un boligrafo y ponerse a escribir.

    Un abrazo.

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